"Mira, estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa, y cenaré con él y él conmigo" (El verso más hermoso de la Biblia, Apocalípsis 3,20)con el corazón en ascuas.
¿Cuándo será que te vengas
para quedrate en mi casa?
Aguardando estoy, no vienes.
Pájaro quieto en la rama
con las alas malheridas
y sin vuelo en la mirada.
¡Qué ganas tengo de verte!
Me asomo por las ventanas,
abro balcones floridos
de frente a la tarde amarga.
Mientras espero, y no llegas,
me lavo en rosas de lágrimas,
me visto un traje de encaje
con los diamantes del agua.
Cómo me quema la pena
de no tenerte ¡Ay, qué ansias!
Y el horizonte se incendia
como las brasas del alba.
Al sentir que ya se acerca
la ajorca de tus sandalias,
se me parte el corazón,
vendimia de tus pisadas.
Al oír el son de arpergio
de tu mano entre la aldaba.
¿No sientes tu los latidos
que me suben por el alma?
Cuanto tengo te regalo,
cuanto soy te regalara.
Con que te quedes conmigo
¡Qué rica será mi gala!
Para ti será mi espera
una bandeja de plata,
donde lucirá el montón
del oro de tu llegada.
¡Ay, Señor, quién lo diría!
Toda mi vida esperanzada
de que vengas a mi puerta
y, al mirarme, digas: ¡Pasa!
-Francisco Contreras Molina.
Revista Reseña Bíblica. Otoño 1995. No. 7. Verbo Divino. p. 59.
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