
"Pablo ha experimentado de manera extraordinaria la potencia de la gracia de Dios, la gracia del Misterio pascual del que la misma Cuaresma vive. Él se presenta a nosotros como 'embajador' del Señor", dijo el Papa. "San Pablo reconoce que todo en él es obra de la gracia divina, pero no olvida que es necesario aherirse libremente al don de la vida nueva recibida en el Bautismo", precisó.
Seguidamente el Papa explica que en el capítulo 6 de la Carta a los Romanos San Pablo escribe lo que puede considerarse el programa de la Cuaresma según su "intrínseca perspectiva bautismal. De una parte, se afirma la victoria de Cristo sobre el pecado, ocurrida una vez y para siempre con su muerte y resurrección, de otra, somos exhortados a no ofrecer al pecado nuestros miembros, es decir, a no conceder, por así decir, espacio para la revancha al pecado".
"La victoria de Cristo espera que el discípulo la haga suya, y esto sucede antes que nada con el Bautismo, mediante el cual, unidos a Jesús, nos convertimos en 'vivientes, retornados de los muertos'. Sin embargo, para que Cristo pueda reinar plenamente en el bautizado, es necesario que éste siga fielmente sus enseñanzas, no debe nunca bajar la guardia, para no permitir de ningún modo al adversario recuperar terreno".
Al hablar luego de los medios para "ser vencedores en la lucha entre la carne y el espíritu", el Santo Padre recuerda que el Señor nos indica hoy tres medios útiles: "la oración, la limosna y el ayuno".
Es fundamental también, continuó el Papa, nutrirse de la Palabra de Dios como hizo San Pablo. "Sus cartas son la prueba elocuente del hecho de que vivía de la Palabra de Dios: pensamientos, acciones, oración, teología y predicación, exhortación, todo en él era fruto de la Palabra, recibida desde la juventud en la fe hebrea, plenamente revelada a sus ojos desde el encuentro con Cristo muerto y resucitado, predicada por el resto de su vida durante su 'travesía' misionera".
"Queridos hermanos y hermanas, mientras nos disponemos a recibir las cenizas sobre la frente como signo de conversión y penitencia, abramos el corazón a la acción vivificante de Dios".
Que la Cuaresma, concluyó el Papa, "signada por una frecuente escucha de esta Palabra, por una oración mas intensa, por un estilo de vida austero y penitencial, sea estímulo para la conversión y el amor sincero hacia los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados. Que nos acompañe el Apóstol Pablo, nos guíe María, la atenta Virgen a la escucha y humilde Sierva del Señor. Podremos así llegar, renovados en el espíritu, a celebrar con alegría la Pascua. ¡Amén!"
Imagen austriaca en Graz. Vincent de Paúl with poor at table
GRACIAS A WWW.ACIPRENSA.COM Y SU PERMISO DE PUBLICAR ESTE ARTÍCULO. 100% CATÓLICOS.
Seguidamente el Papa explica que en el capítulo 6 de la Carta a los Romanos San Pablo escribe lo que puede considerarse el programa de la Cuaresma según su "intrínseca perspectiva bautismal. De una parte, se afirma la victoria de Cristo sobre el pecado, ocurrida una vez y para siempre con su muerte y resurrección, de otra, somos exhortados a no ofrecer al pecado nuestros miembros, es decir, a no conceder, por así decir, espacio para la revancha al pecado".
"La victoria de Cristo espera que el discípulo la haga suya, y esto sucede antes que nada con el Bautismo, mediante el cual, unidos a Jesús, nos convertimos en 'vivientes, retornados de los muertos'. Sin embargo, para que Cristo pueda reinar plenamente en el bautizado, es necesario que éste siga fielmente sus enseñanzas, no debe nunca bajar la guardia, para no permitir de ningún modo al adversario recuperar terreno".
Al hablar luego de los medios para "ser vencedores en la lucha entre la carne y el espíritu", el Santo Padre recuerda que el Señor nos indica hoy tres medios útiles: "la oración, la limosna y el ayuno".
Es fundamental también, continuó el Papa, nutrirse de la Palabra de Dios como hizo San Pablo. "Sus cartas son la prueba elocuente del hecho de que vivía de la Palabra de Dios: pensamientos, acciones, oración, teología y predicación, exhortación, todo en él era fruto de la Palabra, recibida desde la juventud en la fe hebrea, plenamente revelada a sus ojos desde el encuentro con Cristo muerto y resucitado, predicada por el resto de su vida durante su 'travesía' misionera".
"Queridos hermanos y hermanas, mientras nos disponemos a recibir las cenizas sobre la frente como signo de conversión y penitencia, abramos el corazón a la acción vivificante de Dios".
Que la Cuaresma, concluyó el Papa, "signada por una frecuente escucha de esta Palabra, por una oración mas intensa, por un estilo de vida austero y penitencial, sea estímulo para la conversión y el amor sincero hacia los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados. Que nos acompañe el Apóstol Pablo, nos guíe María, la atenta Virgen a la escucha y humilde Sierva del Señor. Podremos así llegar, renovados en el espíritu, a celebrar con alegría la Pascua. ¡Amén!"
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