¿Qué es lo propio del estilo católico que proyectan los santos en su humanismo y en su espiritualidad?Por de pronto, su integralidad y su genio de síntesis. La integralidad es su propiedad más radical; es lo que distingue lo católico de otra religión, filosofía o ideología totalizante. Consiste en la capacidad del catolicismo de integrar en su doctrina y espiritualidad valores y verdades contradictorias y aparentemente incompatibles, sin jamás excluir uno en beneficio de otro; sin sacrificar ningún aspecto de la verdad a causa de otros aspectos que periodicamente pueden deslumbrar o monpolizar la mente de los hombres.
La integralidad hace al catolicismo muy complejo y elaborado, en relación con religiones e ideologías cuya característica suele ser lo simple de sus postulados (sólo la fe, sólo la Biblia, la materia es mala y el espíritu es bueno, la libertad es no tener ningún condicionamiento, con amor se resuelve todo...). Pero la simplicidad es tan atrayente como falsa, pues se ve obligada a ignorar otros aspectos y valores reales. La verdad es siempre compleja, y se alcanza integrado y no parcializando. Es una síntesis de verdades contrapuestas y paradojas.
Por eso, el catolicismo aparece paradójico, y por ello puede ser criticado en todos los frentes por los que lo miran desde fuera y por los que optaron por verdades y valores parciales. El catolicismo privilegia la contemplación, y urge a la acción y el compromiso; ama el mundo y se mezcla en todos sus aspectos y realizaciones, y odia el espíritu del mundo; hace de la unión sexual un sacramento y un camino de santidad, y venera el celibato; ejerce considerable peso político, y se declara independiente de la política y la ideología; aha sido factor decisivo en la creación cultural de Occidente, y es acusado de oscurantista; es criticado de optar por los pobres con exclusión de los ricos, y de estar del lado de los ricos; de desconfiar del hombre recomendándole el control y la mortificación de sus deseos, y de confiar demasiado en el hombre proponiéndole la santidad; de ser una religión triste que no olvida el pecado y la muerte, y de ser demasiado alegre y superficila en sus fiestas religiosas; cree en los milagros y condena toda superstición; propone dogmas, y conduce a sus seguidores a la libertad de espíritu, insiste en la necesidad de la Iglesia, y predica que Cristo y su Evangelio son absolutos.
Una religión así, o es una aberración incapaz de sobrevivir más allá de algunos decenios. o es la verdad total que ha integrado todas las verdades parciales de manera tan coherente, que todos los valores divinos y humanos encuentran su lugar y su justa proporción.
En consecuencia, el catolicismo es también la espiritualidad el equilibrio. No el equilibrio de la mediocridad, la diplomacia o el sincretismo, sino el equilibrio de grandes pasiones contradictorias, que sin destruirse se sintetizan en una pasión superior bajo el imperio del amor. La ambición y el desprendimiento generan el apostolado; la sociabilidad y la soledad generan la caridad fraterna, la pasión por la libertad y la lealtad ganaran la felicidad. Probabelmente esto no se vea claro en muchos católicos "corrientes", pero se revela con fuerza en los más fervorosos, y de manera brillante en los santos que la Iglesia ha reconocido como tales. A este respecto, el santo es un apasionado que encarna el catolicismo en su mejor forma; es el representante más auténtico de su equilibrio espiritual.
Del libro: "Cuando los santos son amigos" de Segundo Galilea ed. Paulinas.
La integralidad hace al catolicismo muy complejo y elaborado, en relación con religiones e ideologías cuya característica suele ser lo simple de sus postulados (sólo la fe, sólo la Biblia, la materia es mala y el espíritu es bueno, la libertad es no tener ningún condicionamiento, con amor se resuelve todo...). Pero la simplicidad es tan atrayente como falsa, pues se ve obligada a ignorar otros aspectos y valores reales. La verdad es siempre compleja, y se alcanza integrado y no parcializando. Es una síntesis de verdades contrapuestas y paradojas.
Por eso, el catolicismo aparece paradójico, y por ello puede ser criticado en todos los frentes por los que lo miran desde fuera y por los que optaron por verdades y valores parciales. El catolicismo privilegia la contemplación, y urge a la acción y el compromiso; ama el mundo y se mezcla en todos sus aspectos y realizaciones, y odia el espíritu del mundo; hace de la unión sexual un sacramento y un camino de santidad, y venera el celibato; ejerce considerable peso político, y se declara independiente de la política y la ideología; aha sido factor decisivo en la creación cultural de Occidente, y es acusado de oscurantista; es criticado de optar por los pobres con exclusión de los ricos, y de estar del lado de los ricos; de desconfiar del hombre recomendándole el control y la mortificación de sus deseos, y de confiar demasiado en el hombre proponiéndole la santidad; de ser una religión triste que no olvida el pecado y la muerte, y de ser demasiado alegre y superficila en sus fiestas religiosas; cree en los milagros y condena toda superstición; propone dogmas, y conduce a sus seguidores a la libertad de espíritu, insiste en la necesidad de la Iglesia, y predica que Cristo y su Evangelio son absolutos.
Una religión así, o es una aberración incapaz de sobrevivir más allá de algunos decenios. o es la verdad total que ha integrado todas las verdades parciales de manera tan coherente, que todos los valores divinos y humanos encuentran su lugar y su justa proporción.
En consecuencia, el catolicismo es también la espiritualidad el equilibrio. No el equilibrio de la mediocridad, la diplomacia o el sincretismo, sino el equilibrio de grandes pasiones contradictorias, que sin destruirse se sintetizan en una pasión superior bajo el imperio del amor. La ambición y el desprendimiento generan el apostolado; la sociabilidad y la soledad generan la caridad fraterna, la pasión por la libertad y la lealtad ganaran la felicidad. Probabelmente esto no se vea claro en muchos católicos "corrientes", pero se revela con fuerza en los más fervorosos, y de manera brillante en los santos que la Iglesia ha reconocido como tales. A este respecto, el santo es un apasionado que encarna el catolicismo en su mejor forma; es el representante más auténtico de su equilibrio espiritual.
Del libro: "Cuando los santos son amigos" de Segundo Galilea ed. Paulinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario